sábado, 8 de agosto de 2015

¿Déjalo vivir?

Definitivamente, la legalización del aborto en general no significa -para mí- enarbolar banderas de libertad o de decisión. El aborto es la interrupción de una vida. Sí, una vida, una vida que no puede salir a protestar a las calles ni defenderse de cualquier otra manera, pero UNA VIDA al fin y al cabo. ¿Que así no se legalice, va a seguir ocurriendo? ¿Entonces bajo esa lógica despenalizamos también el robo, la corrupción y hasta la violación? ¿O es que alguien puede tolerar y considerar legal y/o legítimo que una madre decida interrumpir la vida de su hijo recién nacido porque así lo decidió, por falta de dinero, porque sencillamente no estaba preparada o porque tenía otros planes para su futuro que no quería "truncar"? ¿O qué es ESO que llevamos ahí, en nuestro vientre, durante el embarazo? ¿Cómo le llamamos a ESO? ¿HIJO, BEBÉ, VIDA? Para mí está muy claro: Embarazo igual HIJO, BEBÉ, VIDA. Aborto igual interrupción del embarazo, interrupción de la vida.
En el caso del aborto en casos de violación y su despenalización, mi primera reacción fue también la de "sí, déjala decidir". Sin embargo, hay algunas cosas que no me quedan muy claras y me gustaría saber su opinión al respecto:
1.- ¿Si estás de acuerdo con ello, entonces también lo estás con la pena de muerte para el violador en caso la víctima así lo "decida"? ¿O la idea de interrupción de la vida es sólo plausible cuando se trata de un ser que no vemos ni tocamos ni puede defenderse?
2.- En caso se apruebe la despenalización del aborto en casos de violación, ¿qué sigue? ¿cómo podría corroborarse que se trata de una violación? ¿Basta que uno vaya al médico y diga que fue víctima de violación y que ha decidido abortar? ¿O después de un juicio donde se ha de determinar si hubo o no violación? ¿un juicio por violación resuelto en tres meses? Todo esto teniendo en cuenta que después de los tres meses el aborto es más riesgoso.

Y por qué no:

¿déjalo vivir?.

lunes, 29 de junio de 2015

Enter

Quizá no llegue a saberlo pero gracias a él has desarrollado una especie de fobia al Enter y por eso hay mil frases perdidas por ahí, tal vez tampoco logre descifrar tus sueños, pensamientos ni se entere que luego de buscar una y otra canción que se lo diga por ti, porque no, ya te has jurado que no vas a presionar Enter, has decidido romper una vez más aquella promesa de espontaneidad que probablemente no recuerde para dedicarle esta canción por aquí. Quisieras copiar y pegarla, pero no, no vas a volver a presionar Enter



martes, 17 de marzo de 2015

Quiero ser cantante

Llevaba mucho tiempo sin bailar, por eso mi viaje a Perú significaba también volver a bailar, bailar lo que no había bailado en años. Conocer por fin el Amazonas estaba del mismo modo entre en mis planes. Pero me enfermé y mis planes cambiaron, me la pasé varias horas esperando mi turno en la posta más cercana, cancelé mi viaje a la selva y de los diecisiete días en Lima solo bailé con mi sobrino de un añito una extraña danza fugaz en medio de la sala. 

No sé qué tan cierto sea eso de que a veces es mejor no planear nada, pero de lo sí que puedo dar fe es que muchas veces los mejores momentos resultan ser no planeados ni esperados. Y nunca hubiese imaginado que un lunes por la noche, en Berlin, sólo unos días después de haber dejado Lima y gracias a una feliz coincidencia, terminaría bailando fascinada en el concierto de una banda cuyo nombre jamás había oído. El simple hecho de estar ahí y sentir los instrumentos, las voces, las luces, hacia inevitable el baile y deleite. 

Realmente era un gozo nunca antes experimentado, más que ver y oir, era sentir. Sentir el violín tan indomablemente bien acariciado y galopado, que no olvidaré nunca la expresión del rostro y el cuerpo entero de ese violinista imposible de no amar.  El instrumento de cucharitas colgantes, el acordeón, la guitarra viejísima pero estremecedora, el saxofón gigante que quizá no se llame saxofón, perdón por la ignorancia. Y aún sin entender ni una palabra aparte de "she", "together" y "still crazy", pues ya hace tiempo que olvidé mi inglés de colegial, disfruté y bailé cada estrofa, corroborando así que la música es un lenguaje universal. Tan envolvente pudo ser aquella constelación que a la segunda canción sentencié: quiero ser cantante. Al final del concierto comprendí que mi deseo sería un poco difícil de realizar, pero que sí hay artistas que son verdaderas estrellas. Esta era indudablemente una banda estrella.

En medio de toda la anterior vorágine descrita por esta humilde e irredimible ignorante de la música,  llegaron un par de canciones que alguna vez había oído, por lo cual decidí grabar parte de ellas. Al regresar a casa, le envio, entusiasmada, los vídeos a un amigo, conocedor de música y guitarras, a quién le bastó mirar el primer video unos cuantos segundos para reaccionar al instante: "¡OMG, es el legendario Sting del grupo The Police!". 



sábado, 14 de marzo de 2015

Tu nombre

Si pudiera escribir un poema ahora mismo, de madrugada, sería sobre ti, sobre tu risa o tu ceño agitadísimo cuando hierves de rabia. Rabia que siempre termina en risa. No, nunca es rabia, sólo risa. Esa risa pobre de dientes pero tan rica en honestidad. No importa que siempre olvides mi nombre, mientras me sigas recibiendo con esos abrazos como si nos conociéramos de toda la vida. No importa que no pueda entenderte todo y a veces nada. No importa que me cuentes mil veces las mismas historias, entrecortadas, o comiences por el final y te quedes a la mitad para continuar por el principio. Le llaman demencia senil. Le llaman noventa y dos años. O noventa y tres. Tampoco importa. Soy yo la que hoy necesita sentirse menos senil y más demente para hacerte tu poesía. O cualquier otra cosa que te dure para siempre o siquiera más que las rosas y las muñecas. Algo que te haga feliz. Me han contado que ya no quieres vivir, no quisiera  aceptarlo pero entiendo y lo respeto. Voy a ir pronto a verte, ya tengo las alas. Ya quiero estar ahí para contarte que cuando tenga una hija, va a heredar no sólo el corazón bueno de mi madre, sino también tu nombre: Johanna.

martes, 3 de marzo de 2015

Inoportuna enfermedad



Expectativa. Todos los segundos de estos fugaces días en mi tierra los voy a aprovechar. 

Realidad. Al tercer día de mi llegada, comienzo a sospechar que estoy enfermándome. Al quinto día voy al médico que me lo confirma: estoy enferma. Le hago caso a medias y no paro, playa, piscina, viajes, visitas, sobrinos, amigos. Siempre sintiéndome enferma pero sin bajarle por eso ni un punto la intensidad. Hoy, día diez, despierto a seguir -según yo- con mis "súper" planes, pero no tengo ganas de nada, la voz se me ha ido y temo que la  infección pronto afecte mi oído como ya me lo advirtió el doctor. ¿Oído?  ¿Miedo? Temer es poco. Así que... sí, estoy tirada en la cama, sudada, muda, aburrida y de lejitos para no contagiar. Y, por supuesto, también cruzando los dedos y cruzando los dedos y ¡cruzando los dedos!. Aún quedan siete días . 

jueves, 19 de febrero de 2015

Segundos

Ya no falta nada para amanecer allí: con la bulla de mis incansables sobrinos, con la voz suave de mamá, sobre el colchón de toda la vida, seis horas más tarde que últimamente y hacer lo que he hecho siempre. Me despierto un día cualquiera, sin ganas de desayunar, pero mamá insiste, el desayuno es el alimento más importante del día, hija mía, gracias pero no quiero, mamá, hasta que el olor de esa tortilla más una pobradita (estrategia que nunca falla) me hace desistir en el acto y hasta me ofrezco a comprar más pan y huevos, por si acaso. Regreso y cuidando que ella no me vea, sumergo mi pan con tortilla o lo que sea en mi taza de té o lo que sea. Pero ella me ve, y me vuelve a corregir como siempre, esa no es manera de comer, hija, pero es que está caliente pues mami, nunca tomo cosas calientes, es cierto pero a la vez es una excusa, amo sumergir el pan en la taza con cualquier contenido caliente. Amo comer de las ollas, antes y después que la comida esté lista, amo comer con las manos. Amo mezclar las comidas, tallarín con arroz, cebiche con huanacaína, sí, soy de las que pide en el mercado "de todo un poquito por favor" y de las que come el postre antes que el plato principal. Amo comer. A lo mejor mamá esta vez no me llame mucho la atención por mis "manías" y me engría más de lo normal. No importa, igual lo hará mi hermana mayor que nunca se cansará de repetirme los "buenos modales" en los que no creo ni creeré. Sin embargo, tengo que reconocer que sus lecciones me han servido mucho en aquellas ocasiones en las que prefiero amoldarme al cuchillo y servilleta gigante en las rodillas o simplemente no quiero explicar a nadie qué rico es reemplazar los tenedores por los dedos. Sí, seguramente haré lo mismo de siempre, en lo que respecta a la comida y todo lo demás, en mi casa de siempre, en mi país de siempre y junto a mi familia que hoy amo más que siempre. Lo mismo. Lo mismo, solo que con un pequeño detalle que lo cambia todo, que es el estar consciente de que cada segundo es importante, insuperable e irrepetible. Que el simple hecho de decir "mamá" a mi madre mirándola a los ojos, tomando sus manos, teniéndola tan cerquita, significa muchísimo más que eso, muchísimo más. Por eso, esta vez ya no sólo es un deseo o placer aprovechar cada uno de esos segundos, sino una especie de deber y necesidad. Aprovecharlos hasta tal punto de que dejen de ser solo segundos sosos de un reloj apresurado para convertirse en instantes de infinita felicidad, que antes de agotarse se hayan quedado para siempre.

jueves, 12 de febrero de 2015

Sin

Hay veces en la que antes de escribir,
es mejor dejar los versos mudos, las líneas en blanco,
la inspiración jadeante, sin.